Adiós colegio, adiós



Se acaba el colegio. Después de nueve meses de intensas jornadas con sus idas y venidas llenas de deberes, libros, cuadernos, manualidades, trabajos y exámenes, llegan al fin, las vacaciones.

El colegio es, dice mi madre, como un embarazo: angustia al principio, adaptación en el medio, y nostalgia al final. ¡Y qué razón tiene!, aunque a mí no me crezca la barriga.

Anímicamente estoy contento, porque se acaba el acostarse temprano (por fin veré la tele hasta que se me cierren las pestañas), los madrugones, los estudios, los exámenes y la presión de Doña Lola a la que ya conocéis de la entrada de "Estoy de exámenes" (aquí). Pero, además, me encuentro triste porque digo adiós a mis amigos, especialmente a Martín-martinejo con sus elocuencias y travesuras, que acaban con castigos directos a la clase de 4 años. Hay qué ver, qué forma tan cruel de bajarle a uno las grandezas.

A partir de ahora, las intensas jornadas de patio quedarán relegadas al recuerdo, añorando las carreras, los partidos de fútbol y sobretodo la colaboración. Porque nuestros recreos están llenos de saltos, de juegos y de trabajo conjunto para la creación dEL REFUGIO.

Se trata una cabaña hecha a base de palos, ramas, hojas …,  pero es más que eso. Ha sido nuestra gran creación y que ni el mejor de los exploradores (ríete tú del Frank de la jungla) podría haber improvisado, a pesar de los escasos materiales que hay en el patio y de los saqueadores que tenemos en el bando enemigo (los de segundo B).

Este refugio ha sido nuestro punto de anclaje para toda la clase de tercero A, una lección de unión, planificación y organización militar capitaneada por mí (como no podía ser de otra manera) y cuyas normas han sido consensuadas unilateralmente (ya me entienden).

Cabaña


Pero si algo nos define, es la palabra EQUIPO.

Durante dos meses y a escondidas, las tareas de construcción, limpieza, organización e incluso vigilancia nos ha hecho crecer en la ilusión de que juntos podemos ser, al menos, la envidia del resto de primaria. Y no crean que ha sido fácil escurrirse de la atenta mirada de las profesoras, noooooooooooo, sus cuellos giran cuál niña del exorcista y, sin tú creerlo, ¡zas! los tienes pegados a tu nuca mientras intentas robar unas hojas a un árbol, o unos cartones al contenedor de reciclaje. No ha sido fácil, pero ha merecido la pena.

Y lo más gratificante ha sido capitanear este equipo. Porque para liderar el grupo hay que ser honesto y un poco pícaro, llevarse bien con todos los sectores (niñas y niños) y ver las cualidades más favorables en cada uno de los “operarios” (no es lo mismo recoger ramas, que hojas y gusanos). Eso sí, el jefe debe saber hacer de todo, supervisar, delegar y pacificar. Defender ha sido lo más difícil, y es que hay mucha envidia en el mundo pationil, pero siempre gana el que más corre, y ese, de momento, soy yo.

A partir de ahora, mientras nuestras mochilas descansan del colegio, nuestro refugio quedará en manos de las arañas y las lagartijas. Y cuando regresemos, quién sabe, si aún estará en pie, o si será producto de escombro ecológico. Pero de lo que no hay duda, es que allá donde veraneemos, ya tenemos máster en arquitectura ecológica.

Así que, amigo, si tropiezas con construcciones de arena en tu playa, no las destruyas. Son bocetos de futuras cabañas en nuevos patios de colegio.


Comentarios

  1. !No me digas que han hecho un refugio en el patio del Cole!. Ha debido de ser de los más emocionante. Muy bueno estas reflexiones infantiles ;)

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    1. Sí, tal cuál, Pilar. Primero como un juego, pero después como una obra arquitectónica y de equipo. Estaba muy orgulloso. Lástima de una foto ...
      Gracias por pasarte.

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