Pa’l pueblo, Hugo, te vas pa'l pueblo

Se acabó el colegio, amigos, y ahora, dice mi madre que toca conciliar. ¿Qué será esto? ¿Por qué los pone de tan mal humor cuando la palabra aparece en las conversaciones? Yo creo que “conciliar” es como la prima de “Hacienda”, otra palabreja que brilla por su tristeza.

Aquí donde me ven, yo estoy encantado. Y es que eso significa que ha llegado la hora de dejar atrás los horarios y dar la bienvenida al momento de vivir en libertad. Es la hora de irse pa’l pueblo, Hugo.

Y no a uno de esos llenos de calles, niños, parques y columpios, noooooooooooooo, yo me voy al campo, a la aldea. A ese paraíso lleno de prados verdes, árboles de piñas y piñones, pájaros cantarines en la madrugada, gatos silvestres sin dueño y zarzas llenas de moras que llevarte a la boca mientras corres poseído, sucio y despeinado por los caminos.

Así que unos días antes, mi previsora madre, se enzarza en realizar una de sus especialidades: la lista de cosas “para el niño”. Allí mismo, en aquella lista, lo mismo entra una camiseta, que un balón, el cepillo de dientes,  el pijama o el Apiretal (“por si acaso, hijo, no vaya a ser”).

La llegada a casa de mis abuelos es apoteósica. Los momentos de felicidad (como yo llamo a los abrazos y besos) son públicos y sonoros, pero ¡qué caray! Tardo 8 meses en volver a verlos así que no me importa ser manoseado, agarrado, despeinado y baboseado. Merece la pena dejarse llevar por el campo magnético existente entre ellos y yo. Porque huelen a bizcocho, a dulce y a cariño.

Mi madre, por si acaso, me manda en la bolsa un libro de actividades (“¡no vaya que te olvides de lo aprendido, Hugo!”) y un libro de lectura ("por si te aburres, Hugo"), pero se nota que ella hace años que no pasa tiempo en la aldea, pero claro, le dan asco los bichos.

Los días en el pueblo son de largas tardes y cortas mañanas, porque no hay límite nocturno, ni despertadores matinales. Es tiempo de grandes siestas, interminables paseos y fríos baños en el río. Es hora de parar el reloj humano y guiarse por el solar.
Los horarios desaparecen, y el sol y el hambre marcan las horas. Bueno, y también el pitido del repartidor del pan que pasa bocinando a las 11 en punto.

Al pueblo

Las mañanas transcurren en el huerto: regando, limpiando, recogiendo la cosecha … , y entre saludar a un vecino, hablar con el panadero, escuchar el “radiomacuto” (que dice mi abuela) del cartero, cuando te das cuenta ¡zas! tienes que correr a la fuente a buscar el agua porque a todos nos suenan ya las tripas y hay que comer. El agua del grifo es apta, pero el sabio de mi abuelo dice que nunca mejor que la del manantial. Y será verdad.

Tras el almuerzo, que sabe a ecología y tradición, mi abuelo busca una buena sombra para “estirarse” (eso dice él, pero lo que hace es una buena siesta con ronquidos incluidos), mi abuela un sol-y-sombra para leer y broncearse (mayor sí, pero coqueta por siempre jamás) y yo una piscina donde refugiarme, refrescarme y sobrellevar el calor.

Una vez cargadas las energías toca movimiento. Aquí llega mi gran momento. ¡¡Partido de fútbol, abuelos!! Botas en los pies, balón hinchado, porterías marcadas con cubos, y todo el poderío sobre el terreno de juego. Mi abuela de árbitro. Y mi rival: un chaval de más de 70 años que juega más bien sucio, con patadas, empujones y faltas. No hay clemencia, ni rendición. Aquí hay más que la edad en juego, está el orgullo de ser mejor y de vencer. Y mi abuelo no se rinde, ni aún después de un 10 a 3, porque sabe que el árbitro está a mi favor por un puñado de besos.

El mejor sabor de la victoria se sella con una buena merienda y una limonada de verdad, para  dar paso a la sesión “LópezChef” de la mano de mi abuela, que siempre me sorprende. Tanto puede tocar amasar una pizza, hacer hamburguesas, preparar un flan o crear un bizcocho. No importa lo que se ensucie, ni lo que cueste, la paciencia y la alegría inundan la cocina juntando a dos generaciones.

Para finalizar la jornada, nada mejor que un tranquilo paseo con las bicis, o una agradable  bajada al río mientras, por el camino, cazamos saltamontes y robamos unas cerezas entre risas y carreras, para luego acudir a cenar y ver ponerse el sol hasta caer rendido.

Un paraíso, amigos, donde siempre es un placer volver. Aunque sea, tan sólo, siete días.






Comentarios

  1. ¡Qué suerte que tiene tu hijo Yolanda! A la mía le toca campamentos urbanos casi todo el verano y es que son tantos los nietos que no podemos abusar de los abuelos. ¡Que disfrute mucho de ellos, del pueblo y del aire libre! Esos recuerdos de la infancia no los olvidará nunca

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    1. Gracias por pasarte Verónica. Hugo está tan sólo esta semana, luego en julio irá a un campamento, pero mientras tanto es una bonita experiencia para nieto y abuelos. Me recuerda a mi infancia también, con todo el mes en el campo. Qué tiempos aquellos! Y sobretodo qué lección para desconectar y aprender a aburrirse.

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  2. Que aproveche, que como dices, tardará 8 meses en volver... Qué recuerdos!
    Besos

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    1. Sí, Mónica. Tan deseosos están de verse y de hacer cosas, que una vez que el niño se va, estoy segura de que se pasan dos días durmiendo mega-siestas para recuperarse (aunque no lo reconozcan).
      Gracias por tu comentario. Me hace muy feliz

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  3. Me encanta que esté redactado en voz de niño! Un post genial!

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    1. Gracias Jéssica. Espero poder contar contigo como lectora habitual de estas aventuras infantiles.

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  4. Encantada de conocerte Hugo, que bien que vayas al pueblo, yo soy de pueblo, ;) y sé bien de lo que hablas...disfruta mucho estos dias, de tus abuelos, y de él, no todos tienen esa suerte.
    ( gran post Yolanda)

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    1. Me lo he pasado muy bien. He hecho una cabaña (aunque ha llovido y se ha venido abajo), un huerto (que se riega sólo) y he adoptado el gato del vecino (Mishi). Días felices, pero tenía ganas de volver a casa.

      (Gracias Pasky, me alegra que te haya gustado, a mí mucho verte por aquí).

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  5. Ooohhhh.... que recuerdos tan lejanos!!! Unos dias con los abuelos, las bicis, chapuzón en el río, zarzas llenas de moras, siestas, sin horarios... es fantástico!

    Me encanta tu post.

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    1. Y que lo digas Stampink, a mí me pasaba igual. Veníamos a casa de los abuelos con ganas de librarnos del reloj y de las presiones de la gran ciudad.

      A mí me ha gustado mucho verte por aquí.

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  6. Yo si tuviera un pueblo así los enviaba YA, que mega bien se lo va a pasar. Y tú como vas a descansar jiji.

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    1. Desde luego que sí, es una temporada excepcional para cualquier niño.

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  7. Sííí, descansar y volver a la vida de recién casados!!!!!

    Gracias por haberte pasado, me has alegrado el día Sandra

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  8. Dan ganas de irse pa'l pueblo con Hugo. Un verdadero tesoro!! Disfruta mucho de estos día y no te olvides de llecar tu cuchillo suizo que allí seguro que lo vas a usar! Feliz verano.

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    1. Es un imprescindible junto con la linterna Gema. Gracias y feliz verano!

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  9. Hugo que envidia me das, yo he pasado mi infancia en el pueblito bueno y fue una época para no olvidar, mis sobrinos también lo disfrutaron y aún van de vez en cuando por allí, por que los veranos en el pueblo y con los abuelos son los mejores. Disfruta y estoy deseando que nos cuentes que tal lo has pasado por allí. Besos!!

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    1. Ya te contaré, pero desde luego merece la pena. Una de las cosas favoritas de estar allí es plantar mi propio huerto. Cuidarlo, regarlo, quitarle las malas hierbas ... me gusta luego comer mi cosecha, aunque a veces las verduras me cuestan de tomar.
      Un abrazo.

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  10. Ay que bien!! Esas vacaciones de verano con los abuelos, mientras lo explicabas casi era como si lo viera!! Que lo pases genial!! Besos

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  11. Pero que bonita experiencia , así da gusto ir al pueblo

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