A los niños nos gusta conducir

Soy el inspirador del anuncio “me gusta conducir de BMW”. Sí, sí. En cuanto yo salí del paraíso placentero de mi madre, salió a la luz el anuncio. Dos partos y muchas satisfacciones. 

- De qué quinta eres Hugo?

- De la quinta del anuncio "Me gusta conducir" qué te parece?

Y claro, con estos antecedentes, uno ya lleva gasolina mezclada en los glóbulos rojos desde la cuna.

Cuando era pequeño me gustaba ir en la silla de paseo y conducir mi propio destino a través de piernas y culos. Imaginaba que mi coche entraba en el taller en cada parada en una tienda y que el motor del coche era de gasolina cuando íbamos con prisa o de diesel cuando subíamos una cuesta.

Al salir de viaje en coche, mi objetivo era imitar a mi papá. Mi silla de seguridad tenía un volante a mi altura y aunque no podía ver nada con el reposacabezas delantero,  ni tan siquiera podía abrir la ventanilla para lanzar mis tirabuzones al aire, me embargaba la emoción. Y sí, fui un niño repollo con tirabuzones, qué pasa?.

En las fiestas populares he disfrutado mucho de la conducción en el típico carrusel y también de los autochoques,  pero la primera vez que fui consciente de que la velocidad estaba en mí mismo fue cuando los Reyes Magos me regalaron un Escalextric. Adrenalina pura. Coches de Fórmula 1 que acabaron siendo de rally por exigencias de mis padres: 

 -"Ahí va otro retrovisor. A este niño le duran menos los coches que una piruleta"

Hace unos días, en el colegio tuvimos una jornada de educación vial y aunque empezó con una charla soporífera sobre la teoría del peatón, por fin, llegó el momento de montarme en un car con motor a gasolina y si no fuera por la multa que me pusieron, sería de ensueño. Y no fue una multa por exceso de velocidad, amigos, sino por algo más avergonzarte, por ir en contra dirección. Si es que esa señal no estaba ahí, la pusieron para fastidiar.
 
¿A tí no te ha pasado nunca?