Dormir con niños. Primera parte

Dormir, para la Wikipedia, significa permanecer en estado de reposo del cuerpo sin que se presenten movimientos físicos voluntarios y con estado de consciencia reducido. Ja!

Para los niños, querido padre y amigo, dormir significa morir. Sí, sí. Así de fuerte. ¿Porqué te ríes? Dormir significa quedarte sólo durante la noche, quieto, estirado en un espacio rectangular un poco más grande que tú, en un lugar a oscuras, tapado hasta las orejas, escuchando sonidos que parecen del más allá, mientras los demás de tu familia siguen disfrutando de la vida. ¿No está esto más cerca de la muerte que de otro lugar?

¿Porqué crees tú que nunca nos apetece irnos a la cama por la noche? ¿porqué buscamos excusas? Y ¿porqué preferimos dormir contigo?

Los niños no dormimos. Nunca. Si pensabas lo contario estás equivocado. Los niños al final de la jornada directamente nos desmayamos. No te engañes.

Las librerías del vecindario se han forrado con mis padres, y contigo, probablemente. Libros con títulos como “Dormir del tirón a los niños es posible”, “Cómo dormir felizmente a tu hijo”, “Dormir sin lágrimas”, “Los mejores cuentos para dormir” e incluso un tal “Método Stivill para dormir fieras” han ocupado estantes de habitaciones de niños durante años. Pero no están garantizados unos resultados efectivos. Lo que nunca he encontrado en estos libros es una referencia a “dormir la mona” o “dormirse en los laureles” y quizás tú tengas alguna idea del motivo.

Todos los niños sabemos que dormir toda la noche seguida no es algo real, sino simplemente una campaña publicitaria de una empresa dedicada a la fabricación de almohadas, que algún adulto, como tú, inventó sin saber que nuestras ondas cerebrales son muy activas y no pueden disminuir de frecuencia.

Mis posturas preferidas y recomendables son las siguientes. Toma nota:

1ª Postura del perro mirando hacia el cielo. Ponte boca abajo, recoge tus piernas hacia el pecho, ahora pon tu culo en pompa en dirección al techo mientras tu cabeza reposa sobre el colchón y déjate seducir por el olor a lavanda de las sábanas y tus mejores pensamientos. Si te resulta incómoda piensa en lo beneficioso del yoga.

2ª Postura del cabeceo interior. Sentado en la trona de casa, preferiblemente a la hora de comer, cierra tus ojos y respira profundamente. Deja la mente viajar sobre una nube mientras tu cuello se flexibiliza hacia delante hasta que tu frente toque la mesa. Tranquilo después del primer golpe de contacto ya puedes concentrarte en soñar.

3ª Postura del cabeceo exterior. Sentado en el carro del supermercado, con una mano apoyada en la cara, cierra los ojos, siente el vaivén del carrito y déjate balancear. Nadie alterará a un pobre ser indefenso, así que lo más probable es que te acomoden entre rollos de papel higiénico.

4ª Postura del amor. Aprovecha el abrazo cariñoso de tu padre para encaramarte a él como un koala. Ronronea y cierra los ojos. Respira profundamente y musita suavente “te quiero” para asegurarte un buen rato de placer entre sus brazos.

5ª Postura del automóvil. En cuanto oigas las llaves del coche en manos de un adulto súbete al vehículo, ajústate las protecciones y coge una buena postura de apoyo. Si el motor es eléctrico puede que te cueste un poco más alcanzar el sueño pero tranquilo, sabás que estás en la fase REM en cuanto un hilillo de saliva se deslice por tu barbilla.

Aquí tienes algunos ejemplos prácticos por si necesitas más datos.

Y ahora confiesa, ¿qué postura prefiere tu hijo?